viernes, 4 de mayo de 2018

MONSTRUOSA VIDA



 [Jeff VanderMeer, Aniquilación, Booket, trad.: Isabel Margelí, 2018, págs. 237]
           

¡Oh dicha, oh felicidad! He visto nacer la vida y comenzar el movimiento. Tan fuertemente late la sangre de mis venas que va a romperlas. Ansío volar, nadar, ladrar, mugir, aullar. Quisiera tener alas, un caparazón, una corteza, exhalar humo, tener una trompa, retorcer mi cuerpo, esparcirme por todas partes, estar en todo, difundirme con los perfumes, desarrollarme como las plantas, fluir como el agua, vibrar como el sonido, brillar como la luz, acurrucarme bajo todas las formas, penetrar en cada átomo, bajar hasta el fondo de la materia, ¡ser la materia!

-Gustave Flaubert, La tentación de San Antonio-

Pensemos en ello como una espina, tan enorme que se clava bien hondo en el costado del mundo. Inyectándose al mundo. Y de dicha espina gigante emana una necesidad incesante, quizá automática, de asimilar e imitar. Asimilador y asimilado interactúan a través del catalizador de una escritura, unas palabras que alimentan el motor de la transformación. Tal vez sea una criatura que vive en perfecta simbiosis con multitud de otras criaturas. Tal vez sea “tan sólo” una máquina. Pero en todo caso, si posee inteligencia, es muy distinta a la nuestra. Crea, a partir de nuestro ecosistema, un nuevo mundo, cuyos procesos y objetivos son en extremo ajenos; un mundo que funciona mediante actos supremos de reflejo y manteniéndose oculto de muchas otras maneras, todo ello sin renunciar a los fundamentos de su “otredad” al convertirse en aquello que encuentra.

-Jeff VanderMeer, Aniquilación-


Desde fines del siglo pasado y a todo lo largo del siglo XXI hemos visto brotar del suelo de la cultura, como hongos de textura rugosa, una forma de escritura literaria nueva. O un nuevo género, como también se podría definir al “New Weird”, con ramificaciones reconocidas en todo el mundo. Esta innovadora literatura de lo extraño, o nueva ficción extraña, no era nueva en el sentido histórico, ya que heredaba muchos recursos de la fantasía, el terror y la ciencia-ficción de épocas anteriores, sino una fecunda renovación del lenguaje narrativo a la luz de los avances y descubrimientos más sorprendentes de la ciencia y los desarrollos de una cultura donde la diferencia entre fantasía e imaginación había sido abolida.
Jeff VanderMeer es uno de sus principales representantes norteamericanos y “Aniquilación” es la entrega iniciática de la trilogía “Southern Reach”. Su inventiva y originalidad como ficción fueron reconocidas con el prestigioso Premio Nébula en 2014. Su reciente adaptación al cine por Alex Garland la ha devuelto a la actualidad, convirtiendo a esta saga fabulosa en un fenómeno mediático que choca con los gustos adocenados del público y la crítica. En las dos secuelas (“Autoridad” y “Aceptación”), se resuelven los misterios e interrogantes suscitados por “Aniquilación” y se descubren detrás de la trama las maquinaciones de una poderosa agencia corporativa, cuya intención es someter a control y explotación capitalista las inefables maravillas del Área X.


En la fascinante “Aniquilación” se narra la duodécima expedición científica a esta zona inusitada del mapa de la realidad (con resonancias del “Stalker” de Tarkovski basado en el “Pícnic extraterrestre” de los Strugatski). El Área X es una aberración surgida en el paisaje de la costa noroccidental americana por causas desconocidas. Un ecosistema expansivo donde las leyes naturales han sido radicalmente alteradas y reconfiguradas. Un mundo nuevo donde rige la anomalía como principio biológico. Las expediciones anteriores fracasaron en su tentativa de explorar y cartografiar el enigmático territorio, aunque algunos de sus miembros regresaron para contarlo. Esta última misión imposible está integrada por un cuarteto de mujeres anónimas y antagónicas: una psicóloga, una antropóloga, una topógrafa y una bióloga, narradora y protagonista de la aventura, que se enfrentan entre ellas con violencia mientras afrontan la extrañeza absoluta que las aguarda en esa región habitada por múltiples monstruos y prodigios.
Cuando llega el espeluznante desenlace y la bióloga se enfrenta al fin, cuerpo a cuerpo, al misterioso morador del Túnel que la obsesiona, uno piensa en Lovecraft y sus truculentos relatos sobre visiones y revelaciones de monstruos abominables. Pero VanderMeer es un Lovecraft del siglo XXI: un escritor especulativo que observa la realidad a través del microscopio de las teorías científicas que han revolucionado la visión humana de lo que es la vida como proceso innovador en movimiento y cambio permanentes. En este sentido, VanderMeer es un Lovecraft de su tiempo, un fabulador consciente de vivir en el Antropoceno: ese período en que la naturaleza ha sido humanizada por su contacto promiscuo con los productos y subproductos de la vida humana, pero también en que la humanidad se expone como nunca a las fuerzas biológicas y geológicas que ha liberado su acción incontrolada.


Esta inquietante novela se sitúa así bajo el signo de la metamorfosis. Todas las criaturas que pueblan el Área X participan de los atributos genéticos de especies heterogéneas y se multiplican con fantástica facilidad. Por esto la bióloga confiesa su fascinación total por los secretos de la nueva vida surgida aquí como un desafío a la inteligencia. “No voy a volver a casa”, dice la línea final de su narración. O lo que es lo mismo: tras descubrir la monstruosa belleza de la vida desde una perspectiva inhumana quizá no encuentre otra respuesta que sumergirse en ella todo lo posible. Hasta el fondo de la materia viva y su infinita plasticidad, como el San Antonio de Flaubert[*].


[*] La última novela de VanderMeer (Borne, 2017; editada aquí por Colmena Ediciones) lleva hasta los límites de lo insospechado, con prodigiosa imaginación, esta visión fantástica de la materia y convierte a su autor en el gran fabulador del final del Antropoceno y el comienzo de una nueva era aún innombrable.   

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